Sr. Urrolabeitia.- Soy Osvaldo Miguel Urrolabeitia. Como acaban de anunciar soy el vicepresidente de la Federación Internacional de Periodistas. Si me permiten, voy a comenzar leyendo la posición oficial de esta organización. El comité ejecutivo de la Federación Internacional de Periodistas decidió apoyar por unanimidad el proyecto de ley de servicios de comunicación audiovisual, como lo hace con todo intento de defender el irrenunciable derecho que tienen los pueblos de informar y ser debidamente informados. La FIP, establecida en el contexto de apoyo a la democracia pluralista y los derechos humanos fundamentales, agrupa a más de 600 mil periodistas de 120 países y es una organización independiente de todos los organismos ideológicos, políticos, gubernamentales y religiosos. Además, es reconocida como representante legítima de los trabajadores de prensa a nivel global por las Naciones Unidas, la UNESCO, la Corte Interamericana de Justicia y otros organismos internacionales. Cabe señalar que en tal carácter debe enfrentarse a lo largo y a lo ancho del planeta a gobiernos totalitarios que atentan contra la libertad de información y ponen en peligro la seguridad de los hombres y mujeres de prensa y el libre ejercicio de la actividad periodística, como también a las acciones y discursos que abierta o solapadamente fomentan la uniformidad del mensaje como recurso de poder político, económico y social hegemónico. En ese sentido, queda clara la necesidad de multiplicar las voces y evitar la concentración en la propiedad de los medios que hacen del periodismo un negocio en desmedro de la diversidad informativa que tiene la responsabilidad de garantizar como protagonistas libres e independientes de un servicio público indispensable. En la Argentina consideramos que la oportunidad es propicia para impulsar una nueva ley clara y transparente que tome ese rumbo y sobre todo desande el camino de una norma dictada por la dictadura que con feroz ensañamiento intentó evitar que el pueblo en general y los periodistas en particular difundieran lo que ocurría, y de manera especial enterarse de las atrocidades cometidas. Aunque la realidad política es totalmente distinta, sigue intacta la necesidad de democratizar el mensaje aprovechando las posibilidades de la nueva tecnología, y también de propiciar valores como los derechos humanos y la identidad cultural, sin dilaciones ni excusas que siempre llevan a que nada cambie. En este sentido, creo que es oportuno y provechoso recordar como homenaje y enseñanza que hace 25 años el diputado por Jujuy, periodista y dirigente gremial, Enrique Paz, presentó un proyecto de radiodifusión que pretendía lograr cuestiones parecidas –aunque la realidad no es exactamente la misma- a las que se proponen en este proyecto. Quizás por una razón de causa-efecto y no por casualidad -porque en política esas cosas no ocurren porque sí- recibió felicitaciones. Se lo encomiaba por el trabajo hecho, pero su tarea ni siquiera llegó a ser considerada en algún momento ni su iniciativa tuvo estado parlamentario. ¿Qué pasó con los sucesivos proyectos posteriores que también intentaron terminar con la ley de la dictadura y democratizar el sistema? Fueron sistemáticamente bombardeados incluso antes de nacer, cuando apenas se esbozaban. Eran tildados de antidemocráticos, se decía que atentaban contra la libertad de expresión, y se dieron argumentos similares que sabemos que siempre van en el mismo sentido: impedir que una ley regule el sistema radioeléctrico, que ponga la comunicación al servicio del pueblo. Por supuesto que este proyecto, como cualquier otro, es perfectible y puede debatirse. Lo malo es cuando de antemano se lo empieza a cuestionar sin ofrecerse argumentos superadores a su contenido. Entonces siempre llegamos a un callejón sin salida, que es el mismo que se está repitiendo desde hace 25 años, desde aquel proyecto de Quique Paz del año 94 o 95. Como se dice futbolísticamente: tirar la pelota para 65 adelante para que el partido tenga otros protagonistas luego. Quizás lleguemos a lo mismo, esto es, que nada cambie, porque lo mejor es hacerlo dentro de varios meses o el año que viene. Lo que importa y lo que se persigue es que no ocurra hoy. Y nosotros debemos saber -y así tenemos que actuar, pues creo que esa es la enseñanza que nos dejan estos veinticinco años de dilaciones- que hoy podemos hacerlo y que mañana no sabemos si vamos a poder hacerlo o no. Si no nos decidimos nos va a ocurrir otra vez lo que nos sucedió durante estos veinticinco años, es decir, que vamos a querer desandar el camino de la dictadura, que vamos a querer transitar el camino de la libertad y la democracia para nuestros pueblos, y lamentablemente, si no lo hacemos hoy quizás o casi seguramente vamos a chocar siempre con la misma piedra.
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