Discurso de CRISTINA
Muchas gracias a todos, muy buenas noches a todos y a todas: la verdad que esta va a ser para todos, al menos para mí, una noche absolutamente inolvidable. El 8 de marzo del Año del Bicentenario declaramos a Evita, a Eva Duarte de Perón la Mujer del Bicentenario y presentamos, en el Salón de las Mujeres Argentinas, en la Casa Rosada, la maqueta de lo que hoy estamos viendo aquí hecho y construido con inmenso amor, con inmenso respeto a la historia y a la cultura. Porque no es solamente una representación política, Eva Perón es una auténtico ícono histórico y cultural de todos los argentinos.
Y quisimos hacerlo, aquí, en su lugar; yo me acuerdo que había estado en Cuba, en enero de 2009, y en el homenaje en la Plaza de la Revolución, a José Martí vi la imagen del Che, representado en el ministerio en que él trabajaba, y allí me vino a la cabeza cómo es posible que una sociedad homenajee a un hombre que no es de su país y nosotros no tengamos un homenaje a una mujer que significó no solamente el ingreso de las mujeres a la política argentina, no solamente la revolución social más importante de nuestro país, sino también que asumió sin cortapisas, sin dobleces la representación del pueblo y de la Patria, tal vez, con más pasión y amor que nadie. Y allí como con todas las cosas que a veces se me ocurren, empecé a hablar con el Secretario General de la Presidencia, con Parrilli, que me sigue con el Bicentenario y con todas estás cosas y allí contactamos con un artista que también, por otro lado, había imaginado esto mismo, sin conocernos los dos, junto también a Daniel Santoro, a quien primero convoqué y a Mármora, el otro hombre que imaginó esto que estamos viendo aquí, y pudieron plasmarlo y ejecutarlo.
Yo les pedí que las luces fueran de color ocre, representando el sol de la bandera y que los pilares que la sostuvieran fueran la bandera de la Patria. También elegí las dos fotos de Evita, las dos imágenes de Evita; uno cuando ve esta Evita es como si viera el libro “La razón de mi vida”. Esa fue la primera imagen que esta Presidenta, siendo muy chiquita, vio de Evita; la encontré revolviendo los cajones de mi abuelo que guardaba como un tesoro un libro rojo de tapas duras, junto a la libreta de afiliado peronista, y la primera página que uno abría decía: “La razón de mi vida”, y en la otra página estaba esto que no era una fotografía, era casi una pintura. El libro – lo recuerdo como si fuera hoy – de fotos en blanco y negro, de papel brillante, pero ella estaba en una foto casi en colores, casi pintada. Esa fue la primera imagen, fue la Evita que conocieron millones de trabajadores cuando creó los derechos más importantes para los niños, para los trabajadores, para los ancianos, fue la Evita hada, fue la Evita dadora de dones y generosa.
Por eso la quise mirando al Sur, hacia las fábricas, hacia esos puentes donde, seguramente, miles de trabajadores cruzaban un 17 de octubre para liberar a Perón. Esta Eva hada tenía que mirar hacia el Sur. Y también, la Eva profunda, la Eva política, la Eva combativa, la Eva que se envolvía en la bandera y ofrecía generosa su vida, consumiéndose.
Y yo la verdad que cuando recién escuchaba la voz de este locutor que, tal vez, cuando dijo: “su pase a la inmortalidad”, no pensó el exacto sentido de esas palabras y que más que una presentación, estaba afirmando escribiendo una verdad histórica: el pase a la inmortalidad. Porque ella, la más odiada, pero la más amada; la más agraviada, insultada y descalificada, pero la más venerada; la más vejada, pero hoy eternamente victoriosa, mirando a la historia definitivamente, con el amor de su pueblo y el reconocimiento, me atrevería a decir, sin temor a equivocarme, de todos los argentinos. Porque de algo no se puede dudar y es, precisamente, de su dimensión histórica, política humana y cultural.
Para terminar, queríamos hacer este homenaje en este lugar, donde hace muchos años, 60 años, que van a cumplirse en este octubre del ’51, cuando le vinieron a ofrecer más de 2 millones de trabajadores la vicepresidencia del país, si alguien merecía eso y mucho más, era esta mujer. Esa mujer, como muchos le decían, y que hoy, desde el fondo de la historia, nos enseña que nada se obtiene sin sacrificio, que enfrentarse, como decían recién las imágenes que veíamos, a los poderosos, tiene un precio, que defender a los humildes y a los que menos tienen, cuesta caro. Y ella, pagó con su vida gustosa el precio de ser recordada para siempre como la abanderada de los humildes, como una humilde mujer del pueblo, Evita, como se recuerda a las grandes.
Hoy queremos rendirle homenaje en nombre de todas las mujeres, porque ella nos abrió las puertas a todas. En nombre de los jóvenes que levantan su nombre como bandera y lo llevan a la victoria, en nombre de los millones de trabajadores que han recuperado sus puestos de trabajo, en nombre de los productores, de los empresarios, de los intelectuales, de los científicos, de los estudiantes, de todos los argentinos que confían que una patria mejor merece y puede ser construida por el aporte de todos los argentinos.
Que sea símbolo de unidad, que sea el símbolo de superar viejas antinomias y que desde la historia nos enseñe que es necesaria la unidad nacional, la unidad de todos los argentinos para lograr los grandes objetivos.
Muchas gracias a todos, gracias a los artistas que hicieron posible esta maravilla; gracias a los hombres y mujeres que trabajaron incansablemente.
Este ícono es para todos los argentinos, es también para la ciudad de Buenos Aires, la ciudad donde ingresaron miles de trabajadores un 17 de octubre y donde las despidieron millones de argentinos un 26 de julio como hoy hace exactamente 59 años.
Muchísimas gracias, los quiero mucho. Muchas gracias a todos y a todas.