Pasados unos días de las PASO, el gobierno intenta recomponerse y la alianza corporativa diseña una nueva táctica. En algo confluyen: llegar a octubre acortando distancias. Unos aspiran a un resultado que permita el ballotage y los otros condicionar al máximo al proximo gobierno.
El manual de estilo les indica el camino a seguir:
Fomentar selectivamente la polarización y limitar el discurso de la grieta a temas específicos, dejando esta tarea a segundas líneas; Resaltar que la crisis es un problema de todos los argentinos y sus causas, se originan en el gobierno de Cristina y los errores de Macri; Convocar a la oposición a "poner el hombro" y en particular, poner en debate cuestiones que obliguen a Fernandez a tomar posición, no sobre el futuro, sino estrictamente sobre el presente (y sobre el cual no puede actuar); Aislar a Alberto de su base electoral y promover a Cristina como dueña de su voluntad y de los votos.
Hace un par de dias, entre otros ejemplos, Santillan y Leuco, operadores de Magnetto, ensayaron la táctica de ablande. En un momento Santillan afirmó que los dichos de Alberto acerca del precio del dolar habia calmado los mercados, subiéndole el precio a su opinión. Y en nombre de la"gente" lo apuró con más gestos de compromiso y una foto para llevar calma a la sociedad. Si bien Alberto pudo esquivar los convites, al final aflojó. Esa es su tarea. Las corporaciones no hablan en nombre de la gente, ni siquiera ahora, del gobierno. Hablan en nombre de sus intereses. Un presidente enlodado y debilitado antes de asumir es mas facil de condicionar.
Lo que tenemos que afirmar es que, si hay un mensaje de las urnas, ese fue que se vaya Macri, no un cogobierno.
En este contexto, la convocatoria al diálogo es absurdo, Uno que quiere pero no puede y el otro que puede pero no quiere. El unico diálogo posible, debe darse previo reconocimiento y respeto de la integridad de la fórmula y de su proyecto político, y ahi, corresponde expresarle al gobierno un buen diagnostico y señalarle las malas políticas. Nada más.
Una de las grandes herramientas de la operación ablande, abandonada la política y el territorio, será el debate presidencial obligatorio, dispuesto para apenas una semana antes de las elecciones. Otra vez se perfila como una trampa, orientando el debate a las ultimas semanas, como si se tratara de enfrentar las consecuencias de un desastre natural y no al fracaso de un modelo.
La resolución de la crisis política y sus efectos económicos, no es algo que pueda resolverse en unas semanas. No es la primera vez que esto sucede. Alfonsin, De la rua, Duhalde deberon enfrentarlo. En el futuro debemos debatir el sistema presidencialista y avanzar hacia un gobierno parlamentario o disponer de mejores herramientas políticas que institucionalizen las transiciones y las inestabilidades.
Mientras tanto, hay que acompañar y darle volumen a la campaña de Alberto-Cristina y Kicillof-Magario.