El Senado de la Nación aprobó la reestatización de Aerolíneas Argentinas y Austral por 46 votos a favor y 21 en contra. A partir de esta ley, el Estado se compromete a rescatar las empresas a partir de la compra de los paquetes accionarios. Además, declara como servicio público la actividad aerocomercial, con el objetivo de mantener la integración de las distintas regiones del país y determina que el Estado mantendrá siempre una mayoría accionaria del 51 por ciento. Además, el Tribunal de Tasación será el que defina el precio de la compraventa
Votaron en contra del Proyecto, la UCR, la Coalición Cívica, el Partido Socialista, el justicialismo y la Fuerza republicana de Tucumán.
Transcribo el discurso del Senador Torres de la Provincia de Misiones.
Sr. Torres. — Señor presidente: a veces, me pregunto cómo sería nuestro país si los argentinos nos comportásemos de forma diferente. Pareciera que la historia de la Argentina fuese algo muy relativo; que hubiera comenzado cuando asumió Néstor Kirchner, continuado en este período de gestión de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y que para atrás no existieran el país, ni la historia, ni los hechos, ni los compromisos. De alguna forma, no tenemos en cuenta la historia del país ni la nuestra, la de los dirigentes políticos. Es como si todos los problemas hubiesen aparecido por generación espontánea cuando Néstor Kirchner ganó en 2003 y continuaran ahora, durante la presidencia de Fernández de Kirchner. Así, recurrentemente en todos los temas, tratamos las cuestiones desde ese punto de vista.
¡Qué fácil sería, señor presidente, si en algún momento cada uno asumiera la responsabilidad de los hechos en los que se hubiera equivocado, voluntaria o involuntariamente, y, a partir de esa responsabilidad, analizara el presente y los problemas que tenemos ahora! ¡Qué fácil se solucionarían así todos los temas! Pero aquí, pareciera que antes de 2003, todos son la Virgen María. En ese sentido, dentro del ámbito del Senado también uno nota cómo el gobierno, a través de su representación oficialista, trata de hacer lo posible, y la oposición, permanente y recurrentemente, intenta idealizar todas las soluciones. Sin embargo, es incompatible lo ideal frente a lo posible.
En este caso particular, la responsabilidad del gobierno es haber tomado Aerolíneas Argentinas en la situación en que se encuentra, para garantizar que 4,4 millones de argentinos o de pasajeros puedan volar en las rutas de cabotaje y que 1,9 millones de ellos pueda utilizar la línea internacional; esto es lo posible. Estamos frente a lo necesario y ante lo que había que hacer. De lo contrario, si no se hacía, no solamente se aislaba al país, sino que, también, perdían utilidad todos los aeropuertos que están concesionados y que tienen una gran dependencia de Aerolíneas Argentinas, lo que prácticamente hubiera inhabilitado su funcionamiento para otras líneas aéreas.
Yo vengo escuchando la propuesta de la oposición, tanto lo que han dicho distintos diputados como lo que se expresa a través de los medios de prensa y lo que se ha sostenido en las comisiones y en este recinto. Así, pude apreciar que existen distintas posturas: algunos plantean pagar un peso por las acciones de Aerolíneas; otros proponen que nos hagamos cargo de los activos y no de los pasivos; están aquellos que consideran que el gobierno español nos tendría que pagar por quedarnos con Aerolíneas. Bueno, si es por una cuestión de aspiraciones, yo me quedaría con el Palacio de La Moncloa, si fuera posible.
Ahora bien, ¿esto es posible o estamos generando una expectativa en la sociedad, que no se va a poder cumplir? ¿No estaremos generando un ambiente para que en el momento en que se trate el precio de Aerolíneas Argentinas todos los costos vengan en contra del gobierno? Ahí, todo lo que dicen aquellos que manifiestan querer colaborar con la democracia y demás se cae como un castillo en el aire.
¿Qué propone la oposición? Algunos propician la quiebra; otros plantean la expropiación o la generación de una nueva línea de bandera. Incluso, algunos diputados de la Coalición Cívica plantearon que si se creaba una nueva línea de bandera en un plazo de tres a cuatro meses, podía tener 35 aviones alquilados en vuelo.¡Qué fenómeno! Realmente, quien dijo eso debe ser mago o tiene la lámpara de Aladino. ¿De dónde van a sacar los aviones? Porque, además, garantizaban que iban a ser aviones con menos de cinco años de antigüedad. ¿De dónde iban a sacarlos, cuando todas las fábricas de aviones que hemos consultado responden que pueden entregar aviones en un plazo mínimo de tres años?
Esto es lo posible desde el gobierno. Todas estas cosas que estoy enunciando tienen que ver con cuestiones idealistas y cuasi fantásticas que plantea la oposición, que no tiene el compromiso de gobernar ni ningún compromiso mayor que no sea desgastar a un gobierno para tener mayores posibilidades en las próximas elecciones.
En la sesión de hoy, el señor senador Fernández hizo una aclaración y habló de las responsabilidades pasadas. En tal sentido, tenemos que convenir que, en este tema, no podemos analizar sólo el proceso del grupo Marsans. Porque para los argentinos, el proceso de privatización empezó mucho tiempo antes; incluso, con el famoso per saltum que se instrumentó para elevar la causa a la Corte Suprema de Justicia, que habilitó el proceso de licitación de la venta de Aerolíneas Argentinas y su adquisición por parte del grupo Iberia, lo que más que una privatización fue una trasnacionalización de esta empresa.
Ya en el año 1994, el ministro Cavallo, a través del decreto 432, aprobó el acuerdo entre el gobierno nacional, Aerolíneas Argentinas e Iberia, por medio del cual la Argentina renunciaba a su derecho a veto, fundamentalmente en lo que se refiere al plan quinquenal que se estableció en los pliegos de privatización y con respecto a la reducción de frecuencias del grupo Iberia que estaba volando. A su vez, a cambio de la renuncia al derecho a veto por parte del Estado nacional, el grupo Iberia se comprometía a hacer un aporte de capital. Ese fue el comienzo del fin; en ese momento comenzó el fin de la privatización de Aerolíneas Argentinas. Nadie salió a discutir en ese entonces lo que estaba ocurriendo, nadie cuestionó esa pérdida del veto que tenía el gobierno nacional para tratar de conservar el patrimonio de esta empresa, que, en su momento, tuvo un gran prestigio.
Ya en 1996, la Auditoría General de la Nación recomendaba al gobierno nacional que se rescindiera el contrato por incumplimiento de más de 400 millones de dólares de inversión, que tendría que haber hecho el grupo Iberia y que no había hecho.
Reitero: en 1996, la Auditoría General de la Nación recomendaba la rescisión del contrato. Así pasamos a 2001, cuando se reprivatizó con una empresa que no tenía ningún antecedente en el comercio de la aeronavegación, el grupo Marsans, y sucedió durante el gobierno de la Alianza.
Imagínese este análisis que estamos haciendo, si algún día nos sentáramos a la mesa sin el egoísmo partidario o sectorial que cada uno tiene o puede conservar o las aspiraciones futuras que podemos tener. Imagínense que lo hiciéramos sólo en función de estas culpas que cargamos para analizar cuál va a ser el futuro de Aerolíneas Argentinas.
Señor presidente: yo quiero que alguien me garantice que con la expropiación, con la quiebra, con la creación de una nueva bandera, no vamos a terminar en un largo litigio en el CIADI o en todos los tribunales internacionales. Quiero que quien desde la oposición propone esto lo garantice y se lo garantice al pueblo argentino. No cometamos el error del pasado. Si se toma ese camino y se equivocan, que en algún momento digan: “Sí, señores nos equivocamos”. No podemos seguir evolucionando políticamente si suponemos que nunca nos equivocamos. Esto tiene que ver no solamente con nosotros, la dirigencia política, sino que tiene que ver con la prensa, con los empresarios y con los sindicatos. Durante la década del 90, muchos se prendieron en esta ilusión del modernismo del Estado, cuando entramos en una política de liberación extrema. Privatizar casi era un obligación; tener empresas del Estado, un delito. ¿Cuántos señores presidentes levantaron la voz en contra? ¡Cuántos medios de prensa, que hoy están criticando el funcionamiento de los Estados de la Nación a través de los programas de televisión, de los medios de prensa y de las radios, apoyaban esta política de privatización! En este sentido, señor presidente, es importante que reconozcamos que muchas privatizaciones fracasaron: ésta, la de algunos servicios de concesión de agua, el tema del correo, el servicio de trenes; en fin, muchas privatizaciones. No era regla general el hecho de que la privatización fuera la solución del problema.
Señor presidente: creo que, en este proceso, también, tienen que ver los integrantes de la empresa Aerolíneas Argentinas. Escuché decir a los pilotos de ambas empresas —con actitudes que me resultan incomprensibles ante la magnitud del problema que tenemos— que no pueden volar juntos por una cuestión cultural. Es necesario que, ante el gran esfuerzo que va a hacer el pueblo argentino para aportar el dinero, a efectos de que ellos puedan mantener su trabajo —en un nivel de ingresos envidiable para muchos sectores del pueblo argentino— ,se comprometan, como ya lo hicieron, con la actual gestión, en un pacto de desarrollo de la empresa; que se comprometan a dejar de lado ciertos comportamientos y culturas para que esta empresa tenga éxito en el futuro. Es la última oportunidad que le queda a Aerolíneas Argentinas.
También, en el comportamiento de los sindicatos está la responsabilidad de que esta empresa tenga éxito en el futuro. No pueden plantearnos cuestiones culturales y decir que de otra forma “ponen en riesgo la vida de los pasajeros”, cuando estamos viendo si Aerolíneas sigue o desaparece. Deben tener conciencia; hacerse carne con la idea de que los pasajeros son pasajeros y no rehenes. Espero que nunca más volvamos a ver un pasajero durmiendo en los aeropuertos por huelgas sorpresivas que perjudican el prestigio de la empresa. Eso es responsabilidad de los sindicatos.
En este tipo de hipocresías con la que a veces nos comportamos los argentinos,
algunos ex funcionarios, titulares de los sindicatos, vinieron a la comisión a darnos indicaciones sobre cómo teníamos que comportarnos los senadores respecto de este tema. Debieron tener el comportamiento de cualquier hombre de bien. Me estoy refiriendo específicamente —no quiero dejar de decirlo— al titular de uno de los sindicatos, el señor Cirielli. Me parece de una falta de consideración tremenda que, después de haber sido subsecretario de la Secretaría de Transporte, específicamente en el área de Aeronavegación, nos haya hecho la exposición que nos hizo, manifestando todas las irregularidades que existen o que existieron en Aerolíneas Argentinas y en la Secretaría de Transporte. No entiendo cómo ante esa situación, en su momento, él no dio un portazo haciendo la denuncia del caso y no como lo ha hecho ahora, especulando.
Porque como cualquier ciudadano, tengo el derecho de pensar que, si no le pedían la renuncia y él seguía en la función, seguramente, continuaría su tibio comportamiento.
Con ese tipo de comportamiento, hoy no es creíble y no ayuda a creer que todos estemos metidos en serio en la recuperación de Aerolíneas Argentinas.
Tengo que destacar que he recibido una nota y una carta del diputado Bullrich —entiendo que es del PRO— en la que me pide que no vote este proyecto de ley por la famosa acta-acuerdo. También estoy cansado de hipocresía política. Yo escucho y veo a su partido gobernar esta ciudad. Veo cómo, cuando tratamos la Resolución 125 en este recinto y en toda la etapa previa del conflicto, nos recomendaban que dialogáramos. Al mismo tiempo, veo cómo su partido, que tiene la responsabilidad de gobernar esta ciudad, trata a los estudiantes secundarios y terciarios que por ahí toman algún colegio reclamando becas y los denuncia penalmente. No existe diálogo para ese tipo de chicos ni para los estudiantes; no existe diálogo para los docentes que hoy están en huelga.
Entonces, estoy cansado de la hipocresía. Estoy cansado de que la omnipresente diputada Bullrich, hoy representante de la Coalición Cívica —digo “omnipresente” por todos los gobiernos en que participó—, de activa participación en este proceso de reprivatización cuando le tocó a Marsans, forme parte de aquellos por los que hoy estamos siendo cuestionados.
Para redondear y no extenderme más, quiero decir que la Ley 23696 habilitó a efectos de que se privatice Aerolíneas Argentinas. Es lógico que, para reestatizar, la última palabra en este proceso la tenga el Congreso de la Nación.
Todos estamos discutiendo cuánto vamos a pagar o no. La cotización de Marsans me pareció el colmo de la hipocresía. Me parecía que le faltaba un parche en el ojo. De hecho, me hizo sentir como si hubiera estado leyendo nuevamente Las venas abiertas de América Latina cuando escuchaba a Marsans.
En este sentido, más allá del precio que se fije, quiero decir que según el proyecto en consideración es el Congreso de la Nación el que autoriza cuánto se pagará o no por Aerolíneas Argentinas.
Por su parte, el gobierno nacional tiene la responsabilidad no sólo de rescatar sino de optimizar a la empresa aérea; mientas que la oposición tiene dos opciones: cumplir su rol opositor en función de la realidad que vive nuestro país y de su propio pasado o seguir planteando alternativas ideales cuasi fantásticas.
Votaron en contra del Proyecto, la UCR, la Coalición Cívica, el Partido Socialista, el justicialismo y la Fuerza republicana de Tucumán.
Transcribo el discurso del Senador Torres de la Provincia de Misiones.
Sr. Torres. — Señor presidente: a veces, me pregunto cómo sería nuestro país si los argentinos nos comportásemos de forma diferente. Pareciera que la historia de la Argentina fuese algo muy relativo; que hubiera comenzado cuando asumió Néstor Kirchner, continuado en este período de gestión de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y que para atrás no existieran el país, ni la historia, ni los hechos, ni los compromisos. De alguna forma, no tenemos en cuenta la historia del país ni la nuestra, la de los dirigentes políticos. Es como si todos los problemas hubiesen aparecido por generación espontánea cuando Néstor Kirchner ganó en 2003 y continuaran ahora, durante la presidencia de Fernández de Kirchner. Así, recurrentemente en todos los temas, tratamos las cuestiones desde ese punto de vista.
¡Qué fácil sería, señor presidente, si en algún momento cada uno asumiera la responsabilidad de los hechos en los que se hubiera equivocado, voluntaria o involuntariamente, y, a partir de esa responsabilidad, analizara el presente y los problemas que tenemos ahora! ¡Qué fácil se solucionarían así todos los temas! Pero aquí, pareciera que antes de 2003, todos son la Virgen María. En ese sentido, dentro del ámbito del Senado también uno nota cómo el gobierno, a través de su representación oficialista, trata de hacer lo posible, y la oposición, permanente y recurrentemente, intenta idealizar todas las soluciones. Sin embargo, es incompatible lo ideal frente a lo posible.
En este caso particular, la responsabilidad del gobierno es haber tomado Aerolíneas Argentinas en la situación en que se encuentra, para garantizar que 4,4 millones de argentinos o de pasajeros puedan volar en las rutas de cabotaje y que 1,9 millones de ellos pueda utilizar la línea internacional; esto es lo posible. Estamos frente a lo necesario y ante lo que había que hacer. De lo contrario, si no se hacía, no solamente se aislaba al país, sino que, también, perdían utilidad todos los aeropuertos que están concesionados y que tienen una gran dependencia de Aerolíneas Argentinas, lo que prácticamente hubiera inhabilitado su funcionamiento para otras líneas aéreas.
Yo vengo escuchando la propuesta de la oposición, tanto lo que han dicho distintos diputados como lo que se expresa a través de los medios de prensa y lo que se ha sostenido en las comisiones y en este recinto. Así, pude apreciar que existen distintas posturas: algunos plantean pagar un peso por las acciones de Aerolíneas; otros proponen que nos hagamos cargo de los activos y no de los pasivos; están aquellos que consideran que el gobierno español nos tendría que pagar por quedarnos con Aerolíneas. Bueno, si es por una cuestión de aspiraciones, yo me quedaría con el Palacio de La Moncloa, si fuera posible.
Ahora bien, ¿esto es posible o estamos generando una expectativa en la sociedad, que no se va a poder cumplir? ¿No estaremos generando un ambiente para que en el momento en que se trate el precio de Aerolíneas Argentinas todos los costos vengan en contra del gobierno? Ahí, todo lo que dicen aquellos que manifiestan querer colaborar con la democracia y demás se cae como un castillo en el aire.
¿Qué propone la oposición? Algunos propician la quiebra; otros plantean la expropiación o la generación de una nueva línea de bandera. Incluso, algunos diputados de la Coalición Cívica plantearon que si se creaba una nueva línea de bandera en un plazo de tres a cuatro meses, podía tener 35 aviones alquilados en vuelo.¡Qué fenómeno! Realmente, quien dijo eso debe ser mago o tiene la lámpara de Aladino. ¿De dónde van a sacar los aviones? Porque, además, garantizaban que iban a ser aviones con menos de cinco años de antigüedad. ¿De dónde iban a sacarlos, cuando todas las fábricas de aviones que hemos consultado responden que pueden entregar aviones en un plazo mínimo de tres años?
Esto es lo posible desde el gobierno. Todas estas cosas que estoy enunciando tienen que ver con cuestiones idealistas y cuasi fantásticas que plantea la oposición, que no tiene el compromiso de gobernar ni ningún compromiso mayor que no sea desgastar a un gobierno para tener mayores posibilidades en las próximas elecciones.
En la sesión de hoy, el señor senador Fernández hizo una aclaración y habló de las responsabilidades pasadas. En tal sentido, tenemos que convenir que, en este tema, no podemos analizar sólo el proceso del grupo Marsans. Porque para los argentinos, el proceso de privatización empezó mucho tiempo antes; incluso, con el famoso per saltum que se instrumentó para elevar la causa a la Corte Suprema de Justicia, que habilitó el proceso de licitación de la venta de Aerolíneas Argentinas y su adquisición por parte del grupo Iberia, lo que más que una privatización fue una trasnacionalización de esta empresa.
Ya en el año 1994, el ministro Cavallo, a través del decreto 432, aprobó el acuerdo entre el gobierno nacional, Aerolíneas Argentinas e Iberia, por medio del cual la Argentina renunciaba a su derecho a veto, fundamentalmente en lo que se refiere al plan quinquenal que se estableció en los pliegos de privatización y con respecto a la reducción de frecuencias del grupo Iberia que estaba volando. A su vez, a cambio de la renuncia al derecho a veto por parte del Estado nacional, el grupo Iberia se comprometía a hacer un aporte de capital. Ese fue el comienzo del fin; en ese momento comenzó el fin de la privatización de Aerolíneas Argentinas. Nadie salió a discutir en ese entonces lo que estaba ocurriendo, nadie cuestionó esa pérdida del veto que tenía el gobierno nacional para tratar de conservar el patrimonio de esta empresa, que, en su momento, tuvo un gran prestigio.
Ya en 1996, la Auditoría General de la Nación recomendaba al gobierno nacional que se rescindiera el contrato por incumplimiento de más de 400 millones de dólares de inversión, que tendría que haber hecho el grupo Iberia y que no había hecho.
Reitero: en 1996, la Auditoría General de la Nación recomendaba la rescisión del contrato. Así pasamos a 2001, cuando se reprivatizó con una empresa que no tenía ningún antecedente en el comercio de la aeronavegación, el grupo Marsans, y sucedió durante el gobierno de la Alianza.
Imagínese este análisis que estamos haciendo, si algún día nos sentáramos a la mesa sin el egoísmo partidario o sectorial que cada uno tiene o puede conservar o las aspiraciones futuras que podemos tener. Imagínense que lo hiciéramos sólo en función de estas culpas que cargamos para analizar cuál va a ser el futuro de Aerolíneas Argentinas.
Señor presidente: yo quiero que alguien me garantice que con la expropiación, con la quiebra, con la creación de una nueva bandera, no vamos a terminar en un largo litigio en el CIADI o en todos los tribunales internacionales. Quiero que quien desde la oposición propone esto lo garantice y se lo garantice al pueblo argentino. No cometamos el error del pasado. Si se toma ese camino y se equivocan, que en algún momento digan: “Sí, señores nos equivocamos”. No podemos seguir evolucionando políticamente si suponemos que nunca nos equivocamos. Esto tiene que ver no solamente con nosotros, la dirigencia política, sino que tiene que ver con la prensa, con los empresarios y con los sindicatos. Durante la década del 90, muchos se prendieron en esta ilusión del modernismo del Estado, cuando entramos en una política de liberación extrema. Privatizar casi era un obligación; tener empresas del Estado, un delito. ¿Cuántos señores presidentes levantaron la voz en contra? ¡Cuántos medios de prensa, que hoy están criticando el funcionamiento de los Estados de la Nación a través de los programas de televisión, de los medios de prensa y de las radios, apoyaban esta política de privatización! En este sentido, señor presidente, es importante que reconozcamos que muchas privatizaciones fracasaron: ésta, la de algunos servicios de concesión de agua, el tema del correo, el servicio de trenes; en fin, muchas privatizaciones. No era regla general el hecho de que la privatización fuera la solución del problema.
Señor presidente: creo que, en este proceso, también, tienen que ver los integrantes de la empresa Aerolíneas Argentinas. Escuché decir a los pilotos de ambas empresas —con actitudes que me resultan incomprensibles ante la magnitud del problema que tenemos— que no pueden volar juntos por una cuestión cultural. Es necesario que, ante el gran esfuerzo que va a hacer el pueblo argentino para aportar el dinero, a efectos de que ellos puedan mantener su trabajo —en un nivel de ingresos envidiable para muchos sectores del pueblo argentino— ,se comprometan, como ya lo hicieron, con la actual gestión, en un pacto de desarrollo de la empresa; que se comprometan a dejar de lado ciertos comportamientos y culturas para que esta empresa tenga éxito en el futuro. Es la última oportunidad que le queda a Aerolíneas Argentinas.
También, en el comportamiento de los sindicatos está la responsabilidad de que esta empresa tenga éxito en el futuro. No pueden plantearnos cuestiones culturales y decir que de otra forma “ponen en riesgo la vida de los pasajeros”, cuando estamos viendo si Aerolíneas sigue o desaparece. Deben tener conciencia; hacerse carne con la idea de que los pasajeros son pasajeros y no rehenes. Espero que nunca más volvamos a ver un pasajero durmiendo en los aeropuertos por huelgas sorpresivas que perjudican el prestigio de la empresa. Eso es responsabilidad de los sindicatos.
En este tipo de hipocresías con la que a veces nos comportamos los argentinos,
algunos ex funcionarios, titulares de los sindicatos, vinieron a la comisión a darnos indicaciones sobre cómo teníamos que comportarnos los senadores respecto de este tema. Debieron tener el comportamiento de cualquier hombre de bien. Me estoy refiriendo específicamente —no quiero dejar de decirlo— al titular de uno de los sindicatos, el señor Cirielli. Me parece de una falta de consideración tremenda que, después de haber sido subsecretario de la Secretaría de Transporte, específicamente en el área de Aeronavegación, nos haya hecho la exposición que nos hizo, manifestando todas las irregularidades que existen o que existieron en Aerolíneas Argentinas y en la Secretaría de Transporte. No entiendo cómo ante esa situación, en su momento, él no dio un portazo haciendo la denuncia del caso y no como lo ha hecho ahora, especulando.
Porque como cualquier ciudadano, tengo el derecho de pensar que, si no le pedían la renuncia y él seguía en la función, seguramente, continuaría su tibio comportamiento.
Con ese tipo de comportamiento, hoy no es creíble y no ayuda a creer que todos estemos metidos en serio en la recuperación de Aerolíneas Argentinas.
Tengo que destacar que he recibido una nota y una carta del diputado Bullrich —entiendo que es del PRO— en la que me pide que no vote este proyecto de ley por la famosa acta-acuerdo. También estoy cansado de hipocresía política. Yo escucho y veo a su partido gobernar esta ciudad. Veo cómo, cuando tratamos la Resolución 125 en este recinto y en toda la etapa previa del conflicto, nos recomendaban que dialogáramos. Al mismo tiempo, veo cómo su partido, que tiene la responsabilidad de gobernar esta ciudad, trata a los estudiantes secundarios y terciarios que por ahí toman algún colegio reclamando becas y los denuncia penalmente. No existe diálogo para ese tipo de chicos ni para los estudiantes; no existe diálogo para los docentes que hoy están en huelga.
Entonces, estoy cansado de la hipocresía. Estoy cansado de que la omnipresente diputada Bullrich, hoy representante de la Coalición Cívica —digo “omnipresente” por todos los gobiernos en que participó—, de activa participación en este proceso de reprivatización cuando le tocó a Marsans, forme parte de aquellos por los que hoy estamos siendo cuestionados.
Para redondear y no extenderme más, quiero decir que la Ley 23696 habilitó a efectos de que se privatice Aerolíneas Argentinas. Es lógico que, para reestatizar, la última palabra en este proceso la tenga el Congreso de la Nación.
Todos estamos discutiendo cuánto vamos a pagar o no. La cotización de Marsans me pareció el colmo de la hipocresía. Me parecía que le faltaba un parche en el ojo. De hecho, me hizo sentir como si hubiera estado leyendo nuevamente Las venas abiertas de América Latina cuando escuchaba a Marsans.
En este sentido, más allá del precio que se fije, quiero decir que según el proyecto en consideración es el Congreso de la Nación el que autoriza cuánto se pagará o no por Aerolíneas Argentinas.
Por su parte, el gobierno nacional tiene la responsabilidad no sólo de rescatar sino de optimizar a la empresa aérea; mientas que la oposición tiene dos opciones: cumplir su rol opositor en función de la realidad que vive nuestro país y de su propio pasado o seguir planteando alternativas ideales cuasi fantásticas.
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