Ganancias para nadie.

El gobierno de Macri está empeñado en hacer fracasar o vetar cualquier proyecto que modifique el impuesto a las ganancias. Sencillamente porque no le alcanza la plata.

El proyecto oficial, modificado por la oposición, paso al Senado asociado a una fenomenal operación de apriete a los gobernadores al decidir detraer el monto de la coparticipación del impuesto si se aprobaba el proyecto, sin sustituirlo con otros aportes.

Sin embargo cuando decidió eliminar retenciones, en parte también coparticipables, no le importo el costo fiscal de la medida, que resulta mayor a l proyecto de ganancias de Diputados. Aquella vez, ni los gobernadores ni sus socios opoficialistas protestaron.

Ayer los bloques del Senado, sensibles al apriete, le dio al gobierno unas horas de plazo y este  dobló la apuesta, convocando al diálogo escalonado para empezar de cero un nuevo proyecto. Es decir, dormir el asunto y veremos en marzo.

Pichetto reacciona tarde (a propósito)  fuera de tiempos reglamentarios y de ahora en adelante lo que viene es un acting  para fracasar el debate y repartirse el costo político. También es posible que la semana próxima se vote la ley tal como llegó de diputados y el gobierno la vete.

En cualquier caso, el costo viene atenuado. Igual que con la emergencia laboral, la “derrota” del gobierno llega entre los algodones ofrecidos por una oposición diletante, enredada voluntariamente en un debate como resultado del apriete o la colaboración. 

Es curioso, pero en esta estrategia de negociación sólo pierde el conjunto del pueblo. La aspiración de arrancarle cosas al gobierno en su propio juego, recuerda a la negociación menemista de la reforma del estado, cuando se privatizaron empresas a cambio del apoyo critico por los programas de propiedad participada, la “pata peronista” del modelo neoliberal. Y así terminamos.


El problema es que el gobierno de Macri confía más en su propia fuerza que nosotros en la nuestra. Y nos pone a pensar  si la unidad nos debilita más que la fragmentación.