Sr. Fuentes. – Primero, la sensación de dolor fue física; mazazo en el pecho que quita el aire y nubla los sentidos. Eso se multiplica de forma angustiosa cuando escucho del otro lado de la línea a mi hijo que grita desgarradoramente y llora. No voy a hacer un homenaje desde la concordia ni desde la paz de los espíritus, voy a hacer un homenaje desde lo que entiendo trascendente de Néstor Kirchner, que es su carnalidad, su humanidad y la capacidad de manejar y trabajar el barro.
Hemos asistido a ese encadenamiento de llanto y de dolor que se fue multiplicando a lo largo y a lo ancho del país. Llegamos a la plaza, con una sensación de abandono y desorientación. Chicos que nos miraban y nos interrogaban. No se podía creer: Néstor no estaba más.
Mi homenaje va desde la lealtad, desde la militancia y desde la memoria. Recuerdo a los compañeros de la Federación Universitaria y de la Juventud Peronista en La Plata, muchos de los cuales no están, los arrebató la brutal dictadura que ennegreció nuestra Patria y tiñó de sangre nuestro suelo. Es en nombre de esos compañeros, cuya memoria es permanente, que hago este homenaje a quien supo resolver esa contradicción que durante tanto tiempo nos inmovilizó. ¿Cómo congeniar los ideales, cómo poner la política al servicio de la transformación de la realidad y acumular poder? Siempre era una o era la otra. O concebíamos la política como una discusión dialéctica, abstracta, o la política eran meros mercachifles negociando cuotas de poder. Fue Kirchner quien sintetizó. Un compañero una vez dijo: “No es el mejor de nosotros.” Había otros que eran mejores oradores, había otros que tenían otras virtudes. No. No sólo era el mejor de nosotros, sino que fue el que pudo lograr plasmar esa síntesis entre esa generación, la mayoría de cuyos miembros estábamos avergonzados de seguir vivos cuando otros no lo estaban, y esta generación que hoy nutrió y pobló las calles. Quiera Dios que el día que muera, mi hijo me llore la décima parte de lo que lo lloró a Néstor. Es ahí donde voy a entender que cumplí, por lo menos, mi deber como padre.
Es esa síntesis trascendente la que pone a Kirchner en el centro del escenario. No es solamente haber recuperado la autoridad presidencial en un país devastado; no es solamente haber sabido articular las fracciones dispersas de lo que era la Nación; no es solamente haber puesto al Estado y a la Nación como eje de la acción política, sino fundamentalmente haber puesto en valor la acción, poner en valor el barro. Esto es lo que a veces se critica. ¿Cómo se hace, en una patria degradada, en una sociedad que tributa valores que nada tienen que ver con lo que formó parte de las epopeyas libertadoras, de lo que formó parte de nuestra vocación latinoamericana…, cómo se construye el poder en una carrera contrarreloj, contra aquellos que diciéndose adversarios expresan los profundos intereses del enemigo?
Porque eso es la política. La política no es concordia, la política no son discursos fáciles. La política es lucha, es creer en las convicciones y es lealtad. La lealtad es el elemento central que nos permite reconocernos y continuar actuando. Es esa lealtad a la cual me debo y nos debemos.
Mi homenaje va desde la lealtad, desde la militancia y desde la memoria. Recuerdo a los compañeros de la Federación Universitaria y de la Juventud Peronista en La Plata, muchos de los cuales no están, los arrebató la brutal dictadura que ennegreció nuestra Patria y tiñó de sangre nuestro suelo. Es en nombre de esos compañeros, cuya memoria es permanente, que hago este homenaje a quien supo resolver esa contradicción que durante tanto tiempo nos inmovilizó. ¿Cómo congeniar los ideales, cómo poner la política al servicio de la transformación de la realidad y acumular poder? Siempre era una o era la otra. O concebíamos la política como una discusión dialéctica, abstracta, o la política eran meros mercachifles negociando cuotas de poder. Fue Kirchner quien sintetizó. Un compañero una vez dijo: “No es el mejor de nosotros.” Había otros que eran mejores oradores, había otros que tenían otras virtudes. No. No sólo era el mejor de nosotros, sino que fue el que pudo lograr plasmar esa síntesis entre esa generación, la mayoría de cuyos miembros estábamos avergonzados de seguir vivos cuando otros no lo estaban, y esta generación que hoy nutrió y pobló las calles. Quiera Dios que el día que muera, mi hijo me llore la décima parte de lo que lo lloró a Néstor. Es ahí donde voy a entender que cumplí, por lo menos, mi deber como padre.
Es esa síntesis trascendente la que pone a Kirchner en el centro del escenario. No es solamente haber recuperado la autoridad presidencial en un país devastado; no es solamente haber sabido articular las fracciones dispersas de lo que era la Nación; no es solamente haber puesto al Estado y a la Nación como eje de la acción política, sino fundamentalmente haber puesto en valor la acción, poner en valor el barro. Esto es lo que a veces se critica. ¿Cómo se hace, en una patria degradada, en una sociedad que tributa valores que nada tienen que ver con lo que formó parte de las epopeyas libertadoras, de lo que formó parte de nuestra vocación latinoamericana…, cómo se construye el poder en una carrera contrarreloj, contra aquellos que diciéndose adversarios expresan los profundos intereses del enemigo?
Porque eso es la política. La política no es concordia, la política no son discursos fáciles. La política es lucha, es creer en las convicciones y es lealtad. La lealtad es el elemento central que nos permite reconocernos y continuar actuando. Es esa lealtad a la cual me debo y nos debemos.
Por lo tanto, mi sentido homenaje, en la memoria del gallego, de Enrique Esteban, de Tatú, de Rusito, de tantos que no están, y de tantos que están y se sienten jóvenes en esa síntesis maravillosa que posibilitó Kirchner al recuperar la política como eje transformador de la realidad. Y si eso fuera poco, quienes pudieron ver, vieron, y quienes pudieron escuchar, escucharon. Ahora vendrán cataratas de escritos, de análisis de cretinos, de redactores sin redacción propia, de amanuenses de pluma barata, a tapar lo que la realidad de los sentidos, los sonidos y las visiones nos mostró de esa plaza y de todas las plazas del país. Néstor Kirchner alumbró el nacimiento y la presencia de un nuevo sujeto histórico en la Argentina. Y es obligación de todo militante político que esté consustanciado con la causa de la Patria y la Nación, tener la mente abierta y despojada de mezquindades, y entender que hay un fenómeno sobre el cual se debe edificar el destino definitivo de la Patria. Si no, no se explica lo que vimos, no se explica la presencia de chicos corriendo desde la Plaza de Mayo hasta el Aeroparque bajo la lluvia. No se lo explican los padres azorados −antikirchneristas−, quienes, al descubrir que sus hijos lloraban, terminaban llorando con ellos, sin saber por qué, para contenerlos. Eso es lo que le debemos a Néstor Kirchner.
Por eso digo que no se trata de un homenaje desde la concordia. En ese sentido, la concordia se edificará cuando haya verdad y justicia. Una vez logrado eso habrá concordia; mientras tanto, existirán fricciones. Recuerdo cuando Néstor Kirchner se paró en la Cumbre de las Américas para oponerse al amo del Imperio −algo por lo que cualquiera de nosotros hubiera dado la vida−, cuando le marcó los límites al ALCA; cuando decapitó a la cúpula militar; cuando puso en marcha los procesos de recuperación de la verdad y la justicia. Ninguna Nación se construye si no es sobre la base de la verdad y de la sanción de las violaciones a los derechos humanos. Esas banderas de Kirchner son las que hoy explican que cientos de miles de jóvenes que nunca habían abrazado la política se hayan congregado en la Casa Rosada. Traté de comparar un momento similar, y me vino a la memoria la desazón ante la muerte de Perón. Sin embargo, cuando falleció Perón estábamos curtidos, estábamos duros, y también nos estaban matando. Contrariamente, esos jóvenes nunca hicieron política y, sin embargo, actualmente encuentran un sentido que trasciende meramente lo hedonístico y la estupidez. Esos chicos comprenden que hay un destino trascendente que se edifica en la solidaridad y la generosidad, y que se reivindica a través de la política. A eso hemos asistido.
Por lo tanto, quien quiera ver, que vea, y quien quiera escuchar, que escuche. Siempre me conmovió la frase de Eva Perón "Aunque en el camino deje jirones de mi vida, yo sé que ustedes tomarán mi nombre y lo llevarán a la victoria como bandera". Eso es lo que Kirchner nos ha legado; no solamente su tarea política en torno del gobierno, de la construcción, del manejo del barro.
Kirchner, cuando estaba en la runfla, era más runfla que la runfla. pero cuando estaba con las Madres de Plaza de Mayo era un hijo de ellas. Eso es lo que hay que ameritar en un político, y eso es lo que yo respeto.
Para finalizar: desde el fondo del alma, ¡Patria sí, colonia no! ¡Hasta siempre, Néstor!
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