NO SOLO SON LLORONES SINO TAMBIEN MENTIROSOS

“‘El hombre de campo hace tres meses que no compra maquinarias y estamos haciendo malabares para no echar a los obreros’, declaró la presidenta de la Cámara Argentina de Fabricantes de Maquinaria Agrícola, Rosana Negrini, durante una audiencia realizada en el Congreso el 25 de junio del año pasado, previa al tratamiento de la resolución 125 que había motivado el lockout rural. ‘Espero que el Congreso modifique la norma. Necesitamos una solución urgente porque nuestro sector está muy mal. Tenemos todos los contratos suspendidos’, agregó. El panorama que describió fue desolador. Sin embargo, los datos demuestran que las declaraciones de esta empresaria, al igual que las de los ruralistas, tenían poco que ver con la realidad. Los vendedores de maquinaria agrícola facturaron el año pasado 3778 millones de pesos, 14,4 por ciento más que en 2007, según informó ayer el Indec. El número de unidades vendidas cayó apenas 4,9 por ciento, pero ese retroceso se explica por un freno registrado en el cuarto trimestre, a raíz fundamentalmente de la crisis internacional y no por el conflicto rural. En los primeros nueve meses de 2008 se vendieron 20.402 máquinas, 6,3 por ciento más que en 2007. Durante el segundo trimestre, sobre el cual habló Negrini en su exposición, ‘el hombre de campo’ no sólo no dejó de comprar sino que concretó más operaciones que en el mismo período del año anterior: se vendieron 6560, contra 6528 unidades (0,5 por ciento más). En su defensa, Negrini podrá argumentar que en ese segundo trimestre la venta de maquinaria agrícola nacional cayó a 3766 unidades, frente a las 4187 que se habían vendido en igual lapso de 2007 (-10 por ciento). Pero eso no fue producto del supuesto apocalipsis del campo que ella –como tantos otros– relataron por esos días. Los productores siguieron comprando, pero optaron por las máquinas importadas, cuya venta en esos meses trepó a 2794 unidades, 19,3 por ciento más que en igual trimestre de 2007. Tal vez la explicación debería buscarse en la apreciación del tipo de cambio real que se había venido registrando y en la imposibilidad de los industriales para competir sin el paraguas que ofrece el ‘dólar alto’.” (Página 12, 6 de marzo)

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