Nosotros, los militantes peronistas

Los peronistas somos seres hechos de una rara mezcla ideológica/gastronómica.

Todos esos ancestros anarco/conservadores/troskos/socialistas que tenemos, más la ingesta a través de varias décadas de toneladas de chorizos y chimichurri fueron diseñando un protagonista social homogéneo en pensamiento y paladar.

La lucha de clases, en Argentina, se ve fortalecida en el seno del Movimiento Peronista gracias a Perón, Evita, los Mártires y la unidad en la elección del menú (UEM) para acompañar nuestras reuniones y ritos.

Si en algo quedaron en descubierto Merdem y su pandilla fue por las porquerías que comían. Allí quedó definida su pertenencia. Bueno...también Corach dando clases en Londres deja las cosas transparentes.

Los jóvenes universitarios, nobles, valientes y generosos que se sumaron a la lucha en los 70. Los queridos e inolvidables muchachos, incorporaron la empanada al rito de comer y hablar mal de los gorilas. Se agradece.
Pero la empanada, siempre que sea de carne claro, sólo puede ser el prolegómeno de la ingesta tradicional y dogmática del Choripán.

El asado, el vacío, los chinchulines y hasta las mollejas son aceptadas sólo si se necesita festejar algún logro electoral, la inauguración de una UB o el cierre de alguna lista donde los que quedaron afuera no sean los comensales.

La columna vertebral de toda esta historia revolucionaria peronista es la clase trabajadora junto a las clases medias esclarecidas. Alimentadas por las verdades inalterables de siempre y los miles de kilómetros de choripán que nos comimos.
Algún distraído o recién arribado a nuestras huestes podrá decir que me olvido de mencionar a la ensalada.

En todo caso debe sumergirse en la lectura de nuestra historia y entonces notará que la ensalada sólo se consumió y consume en la paz de la UB.
¿Por qué? seguirá interrogando el neófito con una insistencia digna de una fulmínea expulsión del movimiento o el retiro inmediato del sándwich.

Con infinita paciencia debemos contestarle que el choripán no sólo es un alimento popular, sino que su diseño práctico permite su fácil transporte en marchas. Tiene la ventaja de poder tomarse con sólo una mano, mientras que con la otra se puede sostener el vaso de vino, la pancarta o el autodefensivo garrote.

Como se dará cuenta entonces el preguntón, la ensaladera no cumple esos requisitos. Al contrario, distrae a nuestros cumpas al tener que hacer equilibrio con ella para que no se les caiga.
Es una extenuante complicación lavarla y ponerse de acuerdo en la cantidad de sal, aceite, etc. y encima; como se condimenta mojada, queda horrible. Debe condimentarse la lechuga seca y para eso hace falta tiempo y eso no es posible en medio de un acto en la plaza o corriendo porque nos quieren garrotear los fachos.

Dentro del choripán la ensalada no va. Esto lo digo apoyado en más de 50 años de actos y movilizaciones.
Es un asco. La lechuga se mezcla con la grasa del chorizo, el chimichurri y en combinación con la cebolla queda un gusto asqueroso. Además se cae el tomate porque resbala, y enchastra a todo el mundo.

He visto peleas memorables y columnas enteras retirarse de los actos al comprobar que les habían metido la ensalada dentro del choripán.
La ensalada es para la mesa compartida de la UB y punto.

Pero ojo. No cualquier ensalada.
Lechuga, tomate colorado redondo y cebolla criolla. Nada de radicheta, berro, perita o verdeo, eso será bueno en Nápoles pero en el ispa la ensalada es peronista y es como dije al principio.

Alguno con ánimo conflictivo y distorsionador me dirá que es bueno innovar. Que vaya e innove la doctrina, la ideología, la conducción si quiere, pero que deje tranquila a la ensalada y voy a decir por qué.

La ensalada que debe acompañar al choripán debe ser una inteligente combinación de dulce, ácido y fresco. No va la amarga radicheta, que vayan a un comité radical con eso. El verdeo es demasiado expansivo y ocupa todo el espacio gustativo, lo mismo el rabanito.

Me ha tocado presenciar verdaderas escenas de pánico cuando un viejo compañero arremetió con un tacho lleno de escarola, zanahoria y apio durante un asado/rosca. La concurrencia competía en dar absurdos pretextos para zafar de ingerir ese engendro. No pudo, incluso, consumarse la componenda en ciernes. Un desastre.

El chimichurri es otro tema delicado, crucial.
50% ajo, 40% aceite, 5% perejil, 3% ají molido y 2% sal, punto y a otra cosa. En esto no voy a transigir ni un milímetro en mis convicciones.
El que me venga con ingredientes como vino, albahaca, romero, pimentón!!!!!!!...por favor..., es posible que se lleve de mi parte una larga perorata por desviacionista.

Sin ir más lejos, Antonio, el querido amigo y cumpa de tantos años, era en una época un gran asador. Era, porque después que fue a una escuela de cocineros vino con la novedad de que a las carnes hay que darlas vuelta varias veces durante la cocción.

La trágica educación que recibió en ese antro hizo que tuviéramos que comer muchas veces asados secos y fibrosos. Ojo, no sólo por la porquería de carne que compraba, sino porque rompió todas las reglas que durante siglos fueron establecidas por indios y gauchos de nuestro suelo patrio.

Alejandro Cicogna

1 comentario:

  1. ¡Muy bueno! felicitaciones.
    ¡Aguante el sochori y Perón!
    alejo

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